Yo odio las Matemáticas
«Aquello que no te gusta, es tu mayor maestro», Proverbio Oriental

«Detesto las matemáticas con todas mis fuerzas». «Malditas matemáticas, para qué rayos existes». «Me chocan las matemáticas, son inútiles; ¿para qué las aprendemos si tenemos computadoras?». Estas frases que denotan una tremenda aversión, son de lo más común que escucho con frecuencia cuando me solicitan asesorías privadas. Me llama mucho la atención que, no sólo suelen ser adolescentes quienes más emiten estas quejas; sino que muchos de ellos son en verdad muy inteligentes. Lo que ocurre es que se siente frustrados porque sus calificaciones suelen ser bajas y caen en un círculo vicioso de «no me gustan-no sirven-no sirvo par ellas-las detesto-tengo bajas calificaciones».
Cuando he tenido que asesorar a chicos con esta situación, lo lógico es pedir un cambio de actitud. Lo lógico es pedir mirar con otros ojos la asignatura. Lo lógico es hacer más ejercicios. Lo lógico es trabajar con más ahínco. Lo lógico sería tener mejores resultados. ¿Sabes qué ocurrió? Exactamente lo contrario.
El odio o aversión a las matemáticas era tan fuerte en estos chicos, que ni Dios padre podría hacerlos cambiar de opinión. ¿Salvaron las materias? Sí, las salvaron con calificaciones suficientemente aprobatorias. Pero seguían equivocándose en ejercicios sencillos de resolver. Para los padres de familia podría ser esto un alivio. Para mí, como instructor, me quedaba con un sabor más agrio que dulce.
Ocurre que los seres humanos no somos lógicos. Tomamos decisiones más movidos por las emociones, que por el peso de los datos duros y la obviedad que las razones bien articuladas y ordenadas pueden aportar. No es que seamos totalmente instintivos; sino que al presentarse una decisión, con algún aspecto que nos remita a una sensación desagradable, es muy probable que la desechemos, por muy coherente y bien articulada que esté. Dicho marco de referencia para nuestra toma de decisiones lo hemos construido con el conjunto de todas las experiencias de vida que hemos afrontado. Se trata de un espacio dinámico siempre en construcción. Si esto es cierto, ¿qué podría ayudar a nuestros estudiantes dolidos?

Antes que nada, son ellos los que deben abrir la llave de la comprensión y la aceptación. Nadie más lo hará, y mucho menos se abrirá con insistencia externa. Aquí tendrían que preguntarse: ¿qué tan rápido quiero darle la vuelta a esto? Aún así, he encontrado una tendencia frecuente en los chicos que insisten en atormentarse por las matemáticas: poca o nula tolerancia a la frustración, producto de una niñez donde fueron extremadamente consentidos y recompensados de manera inmediata por sus progenitores. La recompensa inmediata inhibe la paciencia, que es la principal cualidad de las personas que aprenden a lidiar con los retos de la vida (y no sólo de las matemáticas) y les van minando su poder personal.
¿Existen soluciones? Sí. Nuevamente retomo el primer paso: la aceptación mediante la Responsabilidad Personal. No se trata de una resignación y decir «no tengo remedio, las matemáticas no son para mí». He comentado que las matemáticas son una herramienta. Así por ejemplo, ¿un cuchillo es malo en sí mismo? Ni es malo ni es bueno, tan sólo es un cuchillo. Dependiendo de para qué lo usemos, podríamos decir que es bueno o malo; tanto sirve para partir un pastel de cumpleaños como para clavarlo en el corazón de una persona. Pero aquí cualquier juicio es inútil para hablar de la naturaleza del mismo. Realmente está más allá del bien y del mal. Las Matemáticas están en una situación similar. Son una herramienta, y si no hemos tenido resultado con ellas, es porque no hemos aprendido a usarlas adecuadamente. Cualquier conclusión que emitamos por cómo las hemos usado, es meramente subjetiva.
El siguiente paso que habrá que tomar es revisar a conciencia qué estamos haciendo inadecuadamente. Tumbar una puerta para entrar a un lugar es una forma nada civilizada comparado con tomar una llave, darle vuelta a la chapa y bajar una palanca que hacen lo necesario y suficiente para abrir la misma. Tal vez, no te han enseñado a multiplicar o dividir de forma más efectiva. Tal vez no sepas algunos principios de divisibilidad o tal vez ignores que hay muchas formas elegantes de abrir la puerta que no sea estar picando las cerraduras hasta que caigan. Cada caso abría que revisarlo por separado. Se trata de identificar cómo usas la herramienta y descubrir mejores alternativas. Puedes usar el método cavernícola y te funcione, pero a la larga, te cansaras más y serás menos efectivo.
La siguiente situación será ahondar en la práctica a partir de que uno mismo busque los ejercicios y los haga. No esperar a que el profesor te diga qué hacer. Si eres proactivo, estas potencializando tu poder y tus avances verdaderamente los disfrutarás como nadie más (escucha mi propia experiencia cuando hice eso, aquí).
Asi que estimado lector/lectora, me encantaría que me platicaras si estas ideas pueden ayudarte. De verdad que harías mi día si con esto puedo contribuir a tus propios avances. Te deseo un gran día.